Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, publicamos la declaración de Dianova ante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW67) celebrada en Nueva York.
La desigualdad entre mujeres y hombres es omnipresente, en todos los ámbitos y en todo el mundo, sin que haya habido ningún cambio real durante décadas. Las mujeres y las niñas siguen teniendo muchas más probabilidades que los hombres de vivir en la pobreza extrema, de padecer inseguridad alimentaria y de sufrir amenazas o violencia por parte de su pareja. De todas partes se alzan voces para exigir la igualdad de derechos, pero el mundo sigue viviendo en una cultura en la que estas desigualdades siguen firmemente arraigadas, perpetuando las barreras a la plena participación de las mujeres, incluso en la era digital.

Las herramientas digitales como herramienta de incidencia y educación.

Las tecnologías digitales se han convertido en algo esencial para los esfuerzos por promover la igualdad de género y empoderar las mujeres, especialmente mediante la velocidad de difusión y el alcance de los medios sociales. Las plataformas digitales permiten a las mujeres crear, compartir y debatir todo tipo de información, ideas, experiencias y opiniones en tiempo real. Han dado voz a las mujeres en todo el mundo y han puesto de relieve problemáticas que rara vez se discuten en otros lugares. Es gracias a estas herramientas que el movimiento #MeToo ha cobrado impulso mundial desde 2017 para luchar contra el acoso, la explotación sexual y la cultura de la violación. También se han utilizado para apoyar campañas mundiales de sensibilización de mujeres y hombres, como la campaña «HeForShe», lanzada por las Naciones Unidas, que ha demostrado en todo el mundo que la igualdad de género no es sólo una «lucha de mujeres y por mujeres». Por último, en este mismo momento, las redes sociales siguen desempeñando un papel fundamental en amplificar las voces de decenas de miles de personas que desafían al régimen autoritario de Irán, y las mujeres están en primera línea.

En el sector del desarrollo, las tecnologías digitales también son una ayuda esencial. Desde cooperativas de mujeres que han aumentado sus ingresos y creado nuevas asociaciones gracias a programas que les permiten conocer y beneficiarse de las tecnologías digitales, hasta proyectos de alfabetización y educación sanitaria para mujeres rurales, hay muchos ejemplos en este ámbito.

Las herramientas digitales como instrumento de opresión

Sin embargo, aunque las herramientas digitales son un poderoso agente de cambio para el empoderamiento de las mujeres, también pueden ser un agente igualmente poderoso de opresión. En todo el mundo, las publicidades en las redes sociales utilizan el cuerpo de las mujeres para aumentar los beneficios de las empresas, basándose en un sistema capitalista patriarcal que condiciona los estándares de belleza y comportamiento. En este modelo, el aspecto y las medidas de una mujer son más importantes que su inteligencia, sus logros o su autoestima. Estos anuncios llevan a las mujeres de todas las culturas a interiorizar estos estándares de belleza falsos e inalcanzables en una carrera hacia la auto-objetificación, con consecuencias profundamente negativas para su salud mental.

Violencia en línea

Las redes sociales no son definitivamente un espacio igualitario, además de la cosificación de sus cuerpos a través del marketing, las mujeres también se enfrentan a una omnipresencia de la violencia de género que podría describirse como una tragedia en términos de derechos humanos. Según una encuesta en línea realizada en 2017 por Amnistía Internacional en ocho países, el 23 % de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia y acoso en las plataformas de redes sociales. Además, las mujeres que participan en el debate feminista, y los periodistas y políticas en general, son frecuentemente objeto de discursos de odio, así como de amenazas de muerte y violación. Igualmente despreciable es el aumento de los llamamientos a la violencia en la «manosfera«, ese conjunto informal de comunidades en línea en el que algunos hombres, con el pretexto de abordar sus «problemas masculinos», sólo propagan los peores estereotipos de género y el odio a las mujeres.

Estas expresiones de misoginia en línea, así como todas las demás formas de violencia de género en línea, son simplemente una expresión de las ideologías de género del mundo real. Al fin y al cabo, no son las nuevas tecnologías las que generan la violencia contra las mujeres, sino las personas que las utilizan para ello.

Sin embargo, también cabe preguntarse si esta misoginia en línea no es un reflejo de los desequilibrios e incluso los prejuicios de género que existen en el sector de las nuevas tecnologías: en los países del G20, las mujeres sólo representan el 15 % de los profesionales del sector y la brecha de género se está ampliando en lugar de reducirse.

La cuestión clave de los recursos

Como ONG comprometida con los derechos de las mujeres y las niñas, la Organisation Internationale Dianova está convencida de la necesidad de invertir fuertemente en su empoderamiento si se quiere alcanzar la igualdad. En la era digital, el desarrollo de tecnologías y herramientas adecuadas puede ser una de las soluciones al reto de la igualdad de género. Sin embargo, más allá de las indudables ventajas de las herramientas digitales y de sus problemas inherentes en este ámbito – como los mencionados anteriormente – un hecho sigue siendo ineludible: la falta de recursos.

Hay que recordar que, a nivel mundial, los hombres tienen un 21 % más de probabilidades de acceder a Internet que las mujeres, probabilidad que se eleva al 52 % en los países menos desarrollados. Además, algunos investigadores prevén que el 85 % de los empleos de 2030 aún no se han inventado y serán creados por las nuevas tecnologías. Si queremos dejar atrás la desigualdad, es esencial que las mujeres desempeñen su papel en el desarrollo de estas tecnologías.

Llamada a la acción

  • En todo el mundo, pedimos a los gobiernos que financien adecuadamente la educación de las niñas y que hagan especial hincapié en los programas de alfabetización digital como componente esencial del empoderamiento de las mujeres.
  • Ni el sector privado ni los mercados como tales resolverán el problema de la exclusión de las mujeres de la economía digital, por lo que exigimos que los gobiernos actúen para ofrecer incentivos a las empresas para que produzcan tecnologías más asequibles.
  • Insistimos en la necesidad de que las organizaciones internacionales desempeñen plenamente su liderazgo en la lucha contra las desigualdades estructurales que obstaculizan el acceso de las mujeres a los ordenadores y los teléfonos inteligentes debido a normas sociales perjudiciales.
  • Pedimos a los gobiernos que fomenten entornos educativos más diversos e inclusivos para promover y apoyar a las niñas y a las mujeres en campos de estudio relacionados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, que son las puertas de entrada a las carreras de las nuevas tecnologías.
  • Exigimos que las empresas del sector pongan en marcha estrategias y programas de apoyo a las mujeres y aborden las barreras sistémicas que impiden su desarrollo profesional.
  • Por último, pedimos a los gobiernos que consideren cómo actuar eficazmente sobre las estructuras en las que el poder patriarcal ejerce y dicta sus normas y leyes, ya sea en el trabajo, en la escuela, en la sociedad o en el Estado. Tenemos que inventar nuevas formas de enseñar, buscar y aprender. Hombres y mujeres deben continuar la revolución digital, juntos y en igualdad de condiciones, sin que las diferencias biológicas sirvan de pretexto para una construcción puramente ideológica del género. Este es el precio que tendremos que pagar para aprovechar por fin la inmensa reserva de talento, aún sin explotar, que posee la mitad de la humanidad.